Al despuntar el alba
Apenas despuntaba el alba, se presentó ante mis ojos, una visón imposible, de repente, de la nada, fue surgiendo, materializándose de entre la niebla, como si de un volcán que surge de las profundidades del mar se tratara, apareció, estaba ahí, era real, no era un sueño y si lo era.
Un anhelo cumplido. Hoy se ha cumplido uno de esos sueños de la infancia, un sueño imposible, el sueño de infinitas generaciones de canarios, la leyenda era cierta. La emoción me embargó. Vi como emergía en el horizonte, envuelta entre la niebla y misterio la isla de "San Borondón".
La Leyenda. San Borondón, la Nom Trubada.
Dice la leyenda, que las Islas Afortunadas no son afortunadas sólo por el clima sino porque en ellas se produce un hecho fabuloso; que no son sólo siete, sino que en realidad son ocho islas. La octava isla sólo puede verse en días muy contados y especiales. Aparece y desaparece ante la vista como por encantamiento. Hay que mirar con mucha atención y no todas las personas son capaces de verla, dicen que algunas personas de espíritus oscuros han muerto fulminados al verla. Esa fabulosa isla es la isla de San Borondón.
En estos términos habla Don Joseph de Viera y Clavijo en su "Historia de Canarias".
La famosa cuestión de San Borondón
El rumor de las apariciones de esta isla es sin duda posterior al descubrimiento y conquista de las Canarias, porque, si los historiógrafos de Bethencourt el Grande hubiesen adquirido noticia de ella, no es probable que se resolviesen a omitirla. Pero es constante que, desde los principios del siglo XVI, ya la reputación de esta nueva tierra atormentaba el juicio de los naturales y extranjeros. Ya entonces dice el portugués Luis Perdigón que el rey de Portugal había hecho merced de esta isla a su padre, si la descubriese; bien que, cuando se firmaron los artículos de la paz de Évora y la corona de Portugal cedió a la de Castilla su derecho a la Conquista de las Canarias, se nombró entre ellas la Nom Trubada o Encubierta. Ya desde entonces negarles a los habitantes de la Palma, Hierro, y Gomera que la solían ver en ciertos tiempos del año hacia el Oeste-Sud-Oeste de la Palma y al Oeste-Nor-Oeste del Hierro no era una tierra real y verdadera, sino una ilusión de la vista auxiliada de la imaginación preocupada, era darles la mortificación de negarles una cosa evidente, porque entre ellos siempre ha habido personas que saben distinguir entre la tierra y una acumulación de nubes; que observaron aquella aparición a una misma distancia, en el mismo sitio, de una misma magnitud y configuración; que tuvieron cuidado de dibujar la perspectiva en diferentes ocasiones y que, comparando los dibujos, han tenido la satisfacción de hallarlas uniformes.
En efecto, aquella tierra siempre se ha delineado corriendo Norte-Sur, formando hacia el medio una considerable degollada o concavidad y elevándose por los lados en dos montañas muy eminentes, mayor la de la parte septentrional. Se ha juzgado que distará cuarenta leguas de la isla de la Palma y que podrá tener 87 de largo y 28 de ancho. Véase aquí uno de los últimos dibujos de San Borondón, hecho en la Gomera, año de 1759, y la carta en que un religioso franciscano habla a un amigo suyo con el estilo sincero de quien no dice más que lo que cree:
“ Muy R.P.D. Mucho deseaba yo ver a San Blandón y, hallándome en Alajeró el día 3 de Mayo de este presente año, a las seis de la mañana, con poca diferencia, la vi en esta forma; y puedo jurar que, teniendo presente al mismo tiempo la del Hierro, vi una y otra de un mismo color y semblante y se me figuró, mirando por un anteojo, mucha arboleda en su degollada. Luego mandé al cura don Antonio Joseph Manrique, quien la tenía vista por dos ocasiones, y cuando llegó sólo vio un pedazo; y noté, estándola mirando, corrió una nubecita y me ocultó la montaña y, pasando hacia la degollada, más la volvió a descubrir, viéndola como antes sin diferencia por espacio de hora y media, y después se ocultó, estando presente más de cuarenta personas. A la tarde volvimos algunos al mismo puesto, más nada se veía, por estar lloviendo lo más de la tarde. El horizonte del poniente estaba tan claro que resplandecía como el oro en el cristal, y también noté con el anteojo el mar y traviesa que hay del Hierro a San Blandón. Esto que llevo dicho vi y noté, sin añadir ni disminuir ni un punto. El no verse el fin de la punta que corre hacia La Palma del puesto referido lo estorba el repecho que llaman de Areguerode, y discurro se hubiera visto mejor de Chipude, de donde se descubre la isla de La Palma. A los dos o tres días que salí de Alajeró se volvió a descubrir, según me dice el hermano fray Juan Manrique, que la vio justamente con el señor cura y otras personas.“.
Estas apariciones, que ya hacemos vanidad de despreciar, eran la gran quimera de nuestros abuelos y fueron miradas en estos dos últimos siglos con tanta seriedad, que muchas personas prudentes creyeron debían sacrificar con honor su caudal y su mismo reposo a un descubrimiento en que interesarían servir a la nación y hacer de camino su fortuna. La primera expedición, que yo sepa, fue la de Fernando de Troya y Fernando Álvarez, vecinos de Canarias en 1526...
(Historia de Canarias I – 28,ed. A. Cioranescu,
Santa Cruz de Tenerife, 1982)
Dos dibujo de San Borondón realizador por Don Joseph de Viera y Clavijo, incluidos con el texto anterior, "Historia de Canarias".
Forma de la isla según la descripción de los testigos que dicen haberla visto.
Lugar donde se supone se encuentra la misteriosa isla.
Al despejarse la niebla, surge la realidad, no era San Borondón, era la Montañeta, en el Valle de la Orotava (Tenerife).
Pero la emoción que experimente, ante tan bello espectáculo, hizo que sintiera, como si fuese de verdad San Borondón.
Sé, sin lugar a dudas, que esto es lo más cerca que estaré jamás, de ver la mítica isla de San Borondón, pero no importa, ha hecho que experimentara, la misma emoción, que si viera la auténtica isla de San Borondón.
Este fenómeno se produce, cuando la zona de inversión térmica baja hasta los 500 metros de altitud o menos. Debido, al llamado “Tiempo de Sur”, la entrada de aire cálido, seco y con polvo en suspensión proveniente del Sahara, empuja hacia abajo el “Mar de Nubes”. Es entonces cuando se produce este curioso fenómeno, el “Mar de Nubes” se sitúa prácticamente sobre del mar.
La zona de inversión térmica.
Las diferencias de temperatura y humedad entre alisios superiores e inferiores provocan la llamada zona de inversión térmica. No siempre a mayor altitud, la temperatura es más baja y la humedad más alta. En las islas de mayor relieve, por lo general a los 2.000 metros, se produce la zona de inversión, donde actúan los vientos alisios superiores, se registran temperaturas más altas y el aire es más seco. Mientras, por debajo de la zona de inversión, hacia los 800 metros, las temperaturas son más bajas y el aire más húmedo y esto origina el llamado “Mar de Nubes” o “Panza de Burro”
La zona habitual del “Mar de Nubes”, es entre 800 - 1500 m. de altitud.
“Mar de Nubes” (vista desde arriba)
“Panza de Borro” (vista desde abajo)
Canarias en la Mitología. Marcos Martínez Hernández.
Centro de la Cultura Popular Canaria